El
defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de
Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad,
bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad
sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. Por eso, en
La esencia del cristianismo sólo considera la actitud teórica como la
auténticamente humana. El problema de si al pensamiento humano se le
puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un
problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar
la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su
pensamiento.La coincidencia de la modificación de las circunstancias y
de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente
como práctica revolucionaria. Feuerbach arranca de la autoenajenación
religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso,
imaginario, y otro real. Su cometido consiste en disolver el mundo
religioso, reduciéndolo a su base terrenal. Feuerbach diluye la esencia
religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo
abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de
las relaciones sociales. Feuerbach, que no se ocupa de la crítica de
esta esencia real, se ve, por tanto, obligado a hacer abstracción de la
trayectoria histórica, enfocando para sí el sentimiento religioso
(Gemüt) y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado.
Feuerbach no ve, por tanto, que el "sentimiento religioso" es también un
producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece,
en realidad, a una determinada forma de sociedad. La vida social es, en
esencia, práctica. Los filósofos no han hecho más que interpretar de
diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
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