Laclau es argentino,
estudió filosofía. Militante del Partido
Socialista de la Izquierda Nacional.
Esta experiencia de militancia política en Argentina lo marcó
fuertemente. Particularmente, con el
fenómeno del peronismo. Hegemonía y
estrategia socialista (1985) es la obra fundamental. Lo fundamental de la propuesta teórica de
Laclau está en ese libro y lo esencial del libro está en el capítulo tres.
Laclau ha sido
caracterizado como un pos-marxista. Él
no se ha llamado a sí mismo de tal manera, pero ha terminado asumiendo esta
caracterización. Acepta ser pos-marxista
si eso quiere decir que proviene del marxismo, pero también que quiere ir más
allá. Laclau se llama a sí mismo
anti-esencialista. Reconoce distintas
influencias: hay una influencia importante de Derrida en Laclau, sobre todo, en
la propuesta de deconstrucción, y también influencias de Lacan. De él toma el concepto de point de capiton, que Laclau llamará
puntos nodales. También en la concepción
de sujeto, Laclau está influencia por la perspectiva de Lacan.
Cuando Laclau afirma
que adopta una postura anti-esencialista
es en el sentido que lo plantea Derrida en La escritura y la diferencia. Impuso
un punto de vista relacional. La importancia de pensar los distintos
problemas como jugos de relaciones. Saussure también plantea un sistema
relacional cuando define la noción de valor. La lengua para él es un sistema
donde ningún término se puede definir positivamente. Cada elemento se define por su relación con
otros elementos. Adquiere un valor
diferencial. Sin embargo Laclau critica
esta concepción por ser un sistema cerrado.
Laclau dice que tiene una postura
anti-esencialista y critica al marxismo
clásico por esencialista, por ejemplo, cuando
plantea la determinación en última instancia por lo económico. Por ejemplo: cuando piensa las clases
sociales como constituidas de antemano, según la relación que los distintos
agentes tienen en las relaciones sociales de producción. O sea, cuando
el marxismo plantea una identidad de clase que es anterior y exterior a los
procesos sociales y políticos, está planteando una concepción
esencialista. A esto se va a oponer
Laclau y va a decir que todas las identidades sociales se definen
relacionalmente. Toda identidad social o
política es una construcción discursiva por la cual se define de un modo no
necesario sino contingente. La identidad
de los distintos agentes sociales y políticos.
Por lo tanto, toda identidad es precaria, implica una fijación transitoria
del sentido.
Laclau aclara que es necesario un antagonista para que se constituya un espacio político, pero no está establecido de antemano. Lo que Laclau quiere llevar adelante es una especie de deconstrucción del marxismo, donde quiere eliminar los riesgos esencialistas que hay del marxismo y quiere plantear una concepción de la política donde no hay necesariedad sino contingencia, donde lo social no está concebido a priori, como un espacio cerrado, sino que lo social es concebido como abierto. Hay una apertura constitutiva de lo social.
En ese marco, es que va
proponiendo una serie de categorías. Por
ejemplo, la categoría de articulación. Es una
categoría muy importante. La
articulación es una práctica. Él habla de prácticas articulatorias. Son
prácticas discursivas en el sentido amplio que le da Laclau a la noción de
discurso. El discurso consiste en
prácticas articulatorias que organizan determinados elementos, que contraen
relaciones recíprocas entre sí a partir de esa articulación.
Aquí es importante detenerse en la diferencia entre articulación y mediación. Si los elementos son considerados, en
realidad, momentos necesarios de una totalidad que los trasciende, no estamos
hablando de articulación sino de mediación.
Eso es lo que plantea Hegel. ¿Por
qué remite a Hegel? Por la influencia
que Hegel tuvo sobre el marxismo.
Piensen cómo está concebida la historia desde el marxismo clásico: la
historia humana es dialéctica. La
historia humana es la historia de la lucha de clases. Esto es un (a priori) para el marxismo. Se va a dar a lo largo de la historia el
desarrollo de distintos modos de producción.
Habrá una contradicción entre las fuerzas productivas. Habrá un estallido. Son todos momentos necesarios de la
dialéctica.
Laclau dice que la articulación es contingente y no necesaria. La construcción del terreno político es una
construcción discursiva que da como resultado relaciones contingentes entre
identidades que son precarias. Laclau dice que para que haya articulación,
nunca tiene que haber una transición absoluta de los elementos a momentos. Y agrega una cuestión que aparece también a
lo largo del texto: La sociedad es un objeto imposible, porque por un lado
no se puede definir positivamente: no se puede decir que la sociedad es esto,
porque la sociedad carece de esencia. No se puede decir
de antemano qué es lo que es. La
sociedad no es una totalidad ya plenamente constituida. Hay una apertura de lo
social. Frente a esa apertura, aparecen distintos
órdenes sociales. Se construye un orden
social. Un
orden social es un intento precario de fijación del sentido, de fijación de las
identidades pero es un intento a la larga fallado, porque hay una apertura
constitutiva de lo social. Ese concepto de sutura lo toma del
psicoanálisis y es un concepto que está implícito en Lacan. Hablaba de sutura
planteando que hay una falta originaria.
Esa falta originaria, ese vacío constitutivo, esa imposibilidad de
plenitud de la sociedad, es lo que las prácticas hegemónicas van a intentar
llenar. Hay una totalidad ausente, hay un deseo de
plenitud de la comunidad que nunca se concreta pero que es deseada y las
prácticas hegemónicas intentan suturar esa falta originaria.
Hay referencias a Althusser. Laclau reivindica, sobre todo, el concepto
althusseriano de sobredeterminación,
y dice que es un concepto fundamental. El problema es que Althusser no lo llevó
hasta sus últimas consecuencias y cayó en contradicción porque hablaba de
sobredeterminación y, al mismo tiempo, siguió hablando de determinación en
última instancia por lo económico y estos dos planteos son inconciliables.
Dice Laclau que la mayor importancia de ese concepto está tomado del
psicoanálisis. Proviene de Freud. Está planteado en La interpretación de los sueños.
Cuando uno afirma que todo lo social está sobredeterminado lo que está
diciendo es que lo social se constituye
como orden simbólico, que es justamente lo que él está tratando de
plantear: la constitución discursiva de lo social.
Que
todas las relaciones sociales están sobredeterminadas, significa que no tienen
una literalidad última, que estamos siempre en presencia de formas precarias de
fijación, propias de un cierto
orden social, que será reemplazado por otro.
Una y otra vez se encuentra en Laclau una
crítica y una concepción de la política vinculada a una posición racionalista,
es decir, pensar que los agentes se constituyen en torno a intereses y que
negocian o luchan en función de esos intereses de un modo transparente. Laclau se va a oponer a este punto de vista
porque implicaría una constitución a priori de las identidades de los agentes
que se agruparon alrededor de esos intereses objetivos.
Laclau
tiene una concepción muy
amplia de discurso. En algún momento
dice: mi concepción del discurso es similar a la idea de juegos de
lenguaje. Laclau se propone distinguir
palabras de acciones. Lo discursivo no
es lo lingüístico. Discurso para Laclau es la totalidad estructurada que
resulta de las prácticas articulatorias que organizan y constituyen las
relaciones sociales. Critica
a Foucault por sostener la existencia de algo que es extra discursivo. No hay, dice Laclau,
prácticas discursivas y no discursivas. Ningún objeto se constituye al margen de una
superficie discursiva de emergencia. Y
da un ejemplo: esto no tiene nada que ver con la alternativa realismo –
idealismo. No es que yo soy un idealista
que niega la realidad de las cosas. En
realidad, no pasa por ahí. Un terremoto
es algo que existe y algo que se da con absoluta independencia de mi
voluntad. Nadie niega eso. Ahora, que yo lo asuma como un fenómeno
natural, que tiene que ver con desplazamientos de las capas tectónicas o que lo
tome como una expresión de la ira de los Dioses, eso depende de un campo
discursivo. Y no hay manera de convertir al terremoto en objeto si no es poniéndolo
en relación con un campo discursivo. Eso
es lo que quiere decir cuando afirma que ningún objeto se constituye al margen
de la superficie discursiva de emergencia. Discurso es una categoría abstracta.
Lo que existen son formaciones discursivas.
Laclau dice que así como no es posible la
fijación absoluta del sentido, tampoco es posible una no fijación
absoluta. Si hablamos de subvertir el
sentido, es porque estamos postulando que existe algún sentido, o sea, existen
puntos nodales, esto es, fijaciones parciales del sentido. Ciertos significantes privilegiados que fijan el
sentido de la cadena. El que no fija ningún sentido es el
psicótico. En el discurso del psicótico
no hay ninguna fijación parcial del sentido.
Pero lo que ocurre normalmente, es que hay fijaciones parciales (point
de capiton lacaniano). Los puntos
nodales significan concentraciones parciales de poder. En un análisis de un escenario político es
fundamental establecer cuáles son los puntos nodales hegemónicos, sabiendo que
puede haber varios.
A lo
que quiere llegar, en definitiva, Laclau es a una redefinición de la categoría
gramsciana de hegemonía. Implica una reelaboración, reformulación del
concepto. Ahora,
para que haya prácticas articulatorias que den lugar a operaciones hegemónicas,
tiene que haber necesariamente significantes flotantes. Laclau
a veces habla de significantes flotantes y a veces de significantes
vacíos. Esto puede confundir: en
realidad lo que termina diciendo es que significante
vacío y flotante son las dos caras de una misma operación de
significación. Es una distinción
analítica.
En principio, parecen querer decir cosas diferentes:
un flotante tiene un exceso de
sentido. Es flotante porque puede ser
articulado a una cadena de significantes o a otras. En principio, un
significante vacío es un significante sin significado. Para que haya flotación, el significante
tiene que ser tendencialmente vacío. Si
está lleno, es decir, si está adherido a un significado no puede haber
flotación. Tiene que ser tendencialmente
vacío para que se lo pueda articular a una u otra cadena. Entonces por eso hablar de significante vacío
y flotante es hablar de las dos caras de un mismo proceso de significación.
No
hay práctica hegemónica sin significantes vacíos. Práctica hegemónica es una construcción de
puntos nodales. El significante vacío,
en sentido estricto, se está vaciando de sentido y que tenga esa tendencia es
lo que le permite ser flotante, es decir, articularse a una cadena o a
otra. Hay que ver a qué cadena
significante se articula y cómo queda redefinido.
El significado es contextual, o sea, el
significado de un término es diferencial y sólo se puede establecer poniéndolo
en relación con otros términos; por lo tanto, en sentido estricto, es
incorrecto decir que un flotante en sí mismo es flotante o vacío. Hay que ver a qué cadena se articula y qué
papel está jugando. Laclau da el ejemplo de Perón, el nombre de Perón, como
significante vacío. En los ’60 el nombre
de Perón se había constituido en significante vacío, es decir, articulaba una
serie de demandas frente a un antagonista que era el régimen represivo y frente
a esas múltiples demandas, cada una de esas demandas es una demanda particular,
pero como todas se oponen a un antagonista, se convierten en equivalentes. Equivalentes en tanto opuestas al
antagonista.
Equivalencia
y diferencia. En la constitución de los espacios políticos,
en la estructuración de los espacios políticos intervienen de manera distinta
estas dos lógicas: la lógica de la equivalencia y la lógica de la diferencia. La lógica de la equivalencia es una lógica
de simplificación del campo político, o sea, convierte una serie de demandas
particulares – cada una distinta, diferente de la otra – en equivalentes,
frente a un antagonista. La noción
de antagonismo es crucial en Laclau, no hay práctica hegemónica sin
antagonismo. La existencia del
antagonismo es lo que permite que se desarrolle esta lógica de la equivalencia. Cuando predomina en la
construcción del espacio político la lógica de la diferencia lo que ocurre es
que proliferan las demandas particulares y el
sistema trata de absorberlas una a una y darles respuestas tratando de que no
pierdan su particularidad, es decir, que no se vuelvan equivalentes. El ejemplo más claro que da Laclau es la
constitución, sobre todo en Europa, tras la finalización de la Segunda Guerra,
del Estado de Bienestar. El Estado de
Bienestar trataba de dar respuesta a las distintas demandas sociales que iban
surgiendo. Que el sistema absorba esas
demandas y que esas demandas no se volvieran equivalentes de manera que se
constituya un sujeto popular, un pueblo.
La constitución de un pueblo tiene que ver con la lógica de la
equivalencia. Por ejemplo: el pueblo vs.
La oligarquía. Al mismo tiempo que se
construye un pueblo, se está construyendo un adversario, por ejemplo, la
oligarquía, y una cosa no se puede dar sin la otra, sin esa frontera porque
ambas identidades son relacionales. Se
definen recíprocamente.
La lógica de la diferencia trata de eliminar el
papel de los antagonismos. Pero Laclau dice que nunca se puede imponer de
modo absoluto ni la lógica de la equivalencia ni la lógica de la diferencia,
sino que siempre operan entremezcladas. En las prácticas hegemónicas intervienen tanto
una lógica como otra. Si alguna de las dos se impusiera de un
modo absoluto, lo cual para Laclau es imposible, sería el fin de la política. Por ejemplo: si se impone la lógica de la
diferencia, no habría política sino administración. No habría posibilidad de construir un
adversario y, sin efecto de frontera, no hay diferencia, hay pura equivalencia.
Respecto
del sujeto, critica la concepción que hace de él un agente racional y
transparente a sí mismo y critica también a la concepción que ve en él el
origen y fundamento de las relaciones sociales. Piensa en Lacan y también cuando habla del sujeto: no hay sujetos que sean origen del sentido,
sino posiciones del sujeto que se constituyen en el interior de una formación
discursiva. Si toda posición de
sujeto es una posición discursiva, el análisis no puede prescindir de las
formas de sobredeterminación de unas posiciones por otras, del carácter
contingente. En el análisis implica un primer momento, el de la dispersión, en
una segunda etapa es necesario mostrar las relaciones de sobredeterminación que
se establecen entre las mismas. Por ejemplo, el conjunto de prácticas sociales,
instituciones y de discursos que producen a la mujer como categoría, no están completamente
aislados, se refuerzan mutuamente y actúan unos sobre los otros. Por lo tanto, la categoría de sujeto está penetrada por
el mismo carácter polisémico, ambiguo e incompleto que la sobredeterminación
acuerda a toda identidad discursiva. Ninguna posición de sujeto logra
consolidarse como posición separada, siempre hay un juego de sobredeterminación
entre las mismas.
El antagonismo es lo que revela los límites de toda
objetividad. La presencia del otro, del antagonista me
impide ser yo mismo; pero tampoco el otro tiene una identidad plena: el ser del
otro es un símbolo de mí no ser.
Volvemos a la definición relacional de las identidades. Plantea Laclau que no necesariamente hay un
único antagonista. Puede haber múltiples
antagonistas en lo social, y la producción de efectos de frontera es el
principal problema político, es decir, la construcción del adversario.
No hay que pensar que ese exterior que es
antagonista y que posibilita la constitución de la hegemonía suponga un extra
discurso. Son otros discursos. Pero, ¡cuidado!, discurso quiere decir una
totalidad donde son inescindibles las palabras, las acciones, las prácticas.
Sin la apertura de lo social no habría
hegemonía. Dice Laclau que la hegemonía es la construcción discursiva que intenta
instituir puntos nodales en
un espacio social no suturado. No
intenta dar cuenta de todas las situaciones que se dieron a lo largo de la
historia, sino que, en realidad, la articulación hegemónica tiene dos condiciones para que se dé: La
presencia de fuerzas antagónicas
y la
inestabilidad de las fronteras que separan a esas fuerzas antagónicas. Que las fronteras
pueden desplazarse, moverse; que
es como decir tienen que existir significantes vacíos para que haya
articulación hegemónica. El poder no es nunca fundacional. El problema del
poder no puede plantearse en términos de la búsqueda de la clase o el sector
dominante que constituye el centro de una formación hegemónica.
En el Medioevo no había prácticas hegemónicas
en el sentido en el que Laclau lo plantea.
Había diferencias de poder muy marcadas pero no había una inestabilidad
de fronteras. No había un desplazamiento
en la construcción del adversario. Había
más repetición que otra cosa. La
articulación hegemónica se da con la Modernidad, del modo en que Laclau la
define. Porque hegemonía, en definitiva,
es una forma de la política, entre otras formas posibles.
A Laclau le interesa mucho hacerle un lugar a
las luchas de los nuevos movimientos sociales, es decir, tomar especialmente en
cuenta a los movimientos feministas, las luchas en torno de las
reivindicaciones de género, a los movimientos ecologistas, que luchan por la
preservación del medio ambiente, a los movimientos anti – racistas, a los
movimientos de gays y lesbianas, que luchan por el respeto de las distintas
inclinaciones sexuales. Laclau dice que
lo que hay que construir es una nueva hegemonía que cree equivalencias entre
las diferentes luchas democráticas: feminismo, ecologismo, etc. Laclau termina el prefacio en la edición a la
segunda edición (veinte años después de escrito Hegemonía y estrategia socialista), diciendo que la consigna debe
ser construir una nueva hegemonía.
La característica de la operación hegemónica
tiene que ver con que, por un lado, hay demandas particulares que son
diferentes pero, frente a un antagonista, se vuelven equivalentes y una pasa a
representar al conjunto. Por un lado,
sigue siendo una particularidad pero, por otro lado, representa a una
universalidad. Es una identidad
doble. Aquí vemos cómo opera la lógica
de la diferencia y la lógica de la equivalencia. La hegemónica significa que una de esas
demandas particulares pasa a representar al conjunto.