sábado, 11 de febrero de 2012

Resumen téoricos Lacan

Lacan

La forma de escribir de Lacan tal vez forma parte de una manera de entender el tipo de diálogo que puede sostener con sus lectores, que básicamente son otros analistas.

¿A raíz de qué está Lacan en el programa?  ¿De qué lectura se trata?  No cabe duda de que buena parte de los conceptos con los que nosotros nos estamos rozando, han tenido un impacto profundo en campos teóricos que van mucho más allá del psicoanálisis.  Por ejemplo: Verón a veces escribe el Otro (con mayúsculas).  Este es un elemento a tener en cuenta para pensar porqué está Lacan en el programa. 

Hay otro argumento que es más fuerte.  Como estamos transitando el camino de la ideología hacia el discurso, tenemos que leer a Lacan.  Pero hay algo más: tanto para la perspectiva de los problemas de la ideología como la perspectiva de los problemas del discurso, en esta secuencia que se completa, sobre todo, en este último cuarto del siglo XX, hay una operación que es la puesta en tela de juicio de los cimientos de una racionalidad que Occidente sostuvo en los cuatrocientos años anteriores.  En esta puesta en tela de juicio, - Descartes o incluso Santo Tomás, ocho siglos – el psicoanálisis en general cumple un papel fuerte y la manera en la que en la que el psicoanálisis realiza esta tarea deconstructiva quien busca ponerla en evidencia, sobre todo, es Lacan, trabajando en un cierto regreso y relectura de Freud.  Sólo que no se notaba; entonces Lacan es el encargado de que se note.  Lacan no habla de la deconstrucción, sino que habla desde un lugar que ya no está organizado por aquello que cuestiona.  Tanto en la problemática de la ideología como en la del discurso, esta operación de puesta en tela de juicio de un modo de concebir los hombres y sus relaciones sociales, el psicoanálisis tiene un papel importante y su explicitador principal es Lacan.  Entonces, por eso, también está aquí.

Es como si Lacan dijera que lo que intenta decir “Pienso, luego existo”, está todo mal: en realidad, donde pienso, no soy; y donde efectivamente soy lo que sea que soy, es porque no pienso.  Se dedicó extensamente al tema.  Hay una mirada sobre el sujeto o sobre el problema del sujeto que dará lugar a reflexiones e investigaciones que serán particularmente pertinentes al psicoanálisis, pero cuya base se asienta en un lugar en el que discute no sólo con otras psicologías, sino con una tradición del pensamiento filosófico, sociológico, antropológico, lingüístico que se enclavan en una concepción que está fuertemente teñida por una determinada noción de sujeto. 

Por un lado, una relación muy importante con los problemas que estamos abordando sobre ideología y discurso.  Por otro lado, no podría pensarse sin Lacan y el psicoanálisis.

Que esté Lacan significa que tenemos que preguntarnos: ¿no habrá un anclaje de lo ideológico en lo inconsciente (Althusser)?  La posibilidad de que en ellos se encuentren elementos para una teoría del lenguaje o de lo discursivo. 

No se trata solamente de dos ramas que podemos todo el tiempo tratar por separado.  En buena medida, el problema puede inteligirse cuando advertimos que lo que se está planteando desde el psicoanálisis es que hablar del sujeto tiene que ver con hablar del lenguaje.  Hay elementos para una teoría del sujeto y para una teoría del lenguaje y, tal vez, ambas series de elementos estén entrelazadas pero, como no se puede ver todo de golpe y al mismo tiempo, hacemos esta inicial discriminación.

El problema del sujeto: el psicoanálisis colabora en la puesta en tela de juicio de una idea que Occidente ha sostenido en los cuatrocientos años anteriores.  De un modo de pensar la razón, a los actores sociales, ahora podemos decir de un modo de pensar el sujeto.  Hay un modo de pensar el sujeto que, cuando menos, arranca con Descartes y que hoy puede estar en crisis en lo que son las fronteras, en los lugares de más avanzada de la problematización teórica pero, entre nosotros, en el común de nuestros días, ni siquiera se ha asumido la crisis.  Hay una idea del sujeto que, cuando menos, arranca con Descartes y que todavía nos tiene absolutamente convencidos.  Esta idea del sujeto en la que permanecemos es parte de la dificultad, de lo chocante que nos resulta la lectura de Lacan e, incluso, algunas dificultades que podemos haber tenido con Althusser u otros textos anteriores.


El aporte que hace el psicoanálisis - que no es muy distinto del que hace Marx con la ideología – es pensar que, entre otras cosas, somos criaturas que andamos por el mundo y por la vida creyendo que hacemos lo que queremos, y que no es cierto.  Lo que pasa es que, como nos hacemos esa película, es realmente muy difícil tomar distancia.  Pero lo que, en realidad, había ya señalado Marx en la ideología desde La ideología alemana es que la manera en que nuestra conciencia organiza las palabras respecto de quién soy yo, cómo son los demás, cómo son nuestras relaciones con el mundo, no es eso lo que efectivamente es.  Eso es una película que guarda una relación para nada inocente con las condiciones materiales de la película. 

El corte que hace Freud y Lacan es todavía más fuerte y más radical.  Todos estamos en esa película, sólo que la mayoría hemos aprendido a disimularla.  No es cierto que organizamos nuestra vida con centro en nuestra conciencia.  Creemos saber mucho más de lo que efectivamente sabemos. Estamos convencidos de que tenemos el control sobre nuestro centro y la hipótesis es que no tenemos control sobre nuestro centro.

Si hubiese que plantear en muy pocas palabras la manera en la que los textos de Lacan contribuyen a una teoría no sólo del sujeto, sino del lenguaje y el discurso, el punto central sobre el que cabría detenerse es el que aparece inicialmente en La instancia de la letra.

La manera en la que Lacan toma la definición saussureana de signo, para romper y dar vuelta esta noción en cuanto a lo que supone como tipo de vínculo, de asociación entre el significante y el significado.  Aquí hay una clave fuerte de todo lo que en adelante se tratará.  Y esta propuesta lacaniana, la de suponer que la barra que en la tradición de la lingüística asocia, une al significante y al significado, es una barra que separa, que escinde. 

Esta es la plataforma de partida de la serie de conceptualizaciones y categorías que sobrevendrán y las que trabaja no sólo Lacan, sino también Žižek, haciendo alusión, a Laclau.

Tanto en Lacan como en Žižek como en Laclau, hay una participación decisiva de esta reformulación del algoritmo de Saussure, según la cual entre significante y significado hay una barra que escinde.  ¿De qué se trata?  Se trata una vez más, en otro territorio, de pensar en contra de la manera en la que la lingüística de tradición saussureana termina empalmando con unas tradiciones positivistas que, a su vez, tienen que ver con la filosofía sustancialista o existencialista.  En esta tradición, se supone que la unión, la asociación entre el significante y el significado es sólida, es casi tan arbitraria como natural, inmotivada, y nosotros diremos – para subrayar la diferencia – que es fija. 

En el Curso de lingüística general, Saussure se maneja como si esta asociación inmotivada supusiese una asociación fija entre el significante – sea sonoro o gráfico – de mesa y el concepto significado mesa, que tenemos en nuestra cabeza.  Mesa – mesa, es arbitrario, e inmotivado, porque podría haber sido musa, por ejemplo; no hay nada que pueda explicar porqué mesa y no musa o misa.  Pero esta asociación resulta fuertemente atadora de un significante a un significado.

Lo que plantea Lacan es que esto, en rigor, no es para nada así.  En todo caso, funciona así, aparece así en los límites de lo que puede suponer, por ejemplo, el registro de signos que hace un diccionario, un listado de palabras como el edificio abstracto de la lengua puede estipularlos, pero que en el lenguaje efectivamente circulante, en rigor, no hay ninguna asociación dura, fija, fuerte, sólida, y la significación no es el resultado de esta asociación biunívoca que suponía la lingüística de base saussureana; sino, por el contrario, los significantes se deslizan, se enlazan entre sí sobre la base de una barra bajo la cual el significado se moverá incesantemente.  Da como ejemplo las puertas de los baños.   También podrían decirse otros ejemplos acerca de cómo un significante produce significado en su relación mucho antes que con un significado que le está asociado, en su relación con otros significantes en la cadena. 

Es esta cadena de significantes la que organiza el deslizamiento de los significados de un modo en el que sería imposible establecer punto a punto, cuál es el pedazo de significado que corresponde al significante, etc.  Es como si al pasar desde la perspectiva de un cierto análisis del lenguaje, de las unidades discretas, de los términos, tal y como aparecen en el diccionario, al pasar al modo en el que el lenguaje pone en juego sus términos,  al modo en el que unidades mucho más complejas que las de la palabra o la frase, la significación se produce en el enlazamiento que los significantes realizan entre sí en la línea del sintagma. 

Esto construye una diferencia tajante de concepción.  En la misma línea de lo que hablamos la clase pasada contra cierta tradición esencialista, entonces, el contenido de las palabras no estaría en cada una de ellas, sino que estaría en una operación más compleja.  No es un problema de complejidad, porque agranda el paradigma de la palabra a la oración; la significación se construye de un modo distinto del que suponemos, por obra de lo que le aporta cada término al período.  De algún modo, si la significación no se construye en absoluto por ninguna ecuación ni de suma, resta, multiplicación, etc., de lo que aporta cada término al sintagma, sino que se construye en las relaciones que en el sintagma alcanzan a articular los términos entre sí; quiere decir que ningún término tiene, en definitiva, una definición última, propia, intrínseca y definitiva.  Lo cual, vale la pena subrayar. 

Esto tendrá que ver con la idea de que los significantes no están llenos de cierto contenido, sino que pueden llegar a estar más bien vacíos.  Para Lacan, esta observación sobre el lenguaje, en rigor, tiene su base, su fuente, su inspiración en La interpretación de los sueños, de Freud.  En realidad, aquella clave que Freud ofrece para pensar los sueños, tiene que ver precisamente con no interpretar las imágenes (significante) del sueño como portadoras de un significado, sino pensar la organización del sueño para indagar o preguntarse por lo que significan.  Lo que hace Lacan es decir: las pistas que nos ha dado Freud para pensar la elaboración onírica, en rigor, son pistas para pensar el lenguaje en general, y no sólo el lenguaje de los sueños.  Y el lenguaje de los sueños, su organización, es, como dirá más de una vez Lacan, una de las formas a las que tenemos un cierto acceso para advertir de qué manera el inconsciente es como un lenguaje. 

Es por eso que se empeña en trasladar lo que Freud llamaba los dos grandes obreros de la elaboración onírica – la condensación y el desplazamiento –  y pensarlos en términos del lenguaje en el que, en general, habitamos.  Y nos plantea que, en rigor, estos dos obreros son lo que – según Jakobson – en el lenguaje toman la forma de lo que llamamos metonimia y metáfora.  En la elaboración onírica ocurre, precisamente, que la relación que los contenidos, los pensamientos latentes, alcanzan en las imágenes del sueño, pueden tener, por ejemplo, desplazamientos, pueden tener sustituciones, pueden condensar varios pensamientos latentes en una imagen, puede una imagen remitir a varios pensamientos latentes o pensamientos latentes desplazarse de una imagen a la otra. 

Esta relación entre los significantes del sueño y sus contenidos, son los que Lacan plantea que podemos advertir en el lenguaje en general.  Si nuestro lenguaje se comporta de una manera análoga al de la elaboración onírica, si metonimia y metáfora pueden ocupar el lugar o ser análogas en su operación a la condensación y el desplazamiento, entonces, vale preguntarse por algunas de las consecuencias que esto trae consigo. 

En la suposición general lacaniana relativa al modo en el que se organiza la subjetividad, la metonimia será, por excelencia, la lógica del deseo, el deseo cuya realización nunca alcanza a darse de modo pleno y que lo hace, precisamente, desplazarse, derivar de un punto a otro.  También, señala Lacan, el modo en el que la metáfora es la lógica del síntoma.  La sustitución de un significante por otro, el modo en el que un significante viene sustituido por otro.  Pero quedamos en el tema de la metonimia y los desplazamientos del deseo.  Para Lacan, en La instancia de la letra, este desplazamiento se detiene cuando se establece un punto de acolchado.  Este concepto es importante porque permite, al mismo tiempo, pensar la significación como una producción abierta, una producción vinculada a movimientos, metafóricamente en la articulación sintagmática, fuera de la literalidad del sintagma, la significación en términos de la propia vida social.

Los desplazamientos que se producen en la significación nos permiten pensarla como un proceso abierto. Al mismo tiempo, nos permite pensar bajo qué operación no está todo el tiempo todo moviéndose, sino que hay un dispositivo, un recurso que es propio del mismo lenguaje, que es capaz de detener esta apertura, estos movimientos, este desplazamiento, y estabilizar la significación en un punto.  Esta es la idea de lo acolchonado.  Cuando Žižek lo retoma lo hace para señalar de qué manera y hasta qué punto este point de capiton – que Žižek llamará designante rígido – suele hacerse presente a través de un significante en particular, que es capaz de organizar un campo entero de significaciones, que es capaz de organizar cadenas asociativas con otros significantes, que es capaz de organizar un campo de sentido.

Para Žižek, como para Laclau, este designante rígido – que Laclau llamará punto nodal – tiene un papel decisivo en la problematización de lo ideológico.  Para Žižek, tanto como para Laclau, en un diálogo entre ellos, es en torno de esta posibilidad de que el mismo proceso social establezca organizar un campo de significación a partir de un designante rígido, como pueden entenderse la operación de lo ideológico y, en este sentido, estaríamos ante una concepción considerablemente distinta de la operación althusseriana, según la cual ideológica era la representación de las relaciones imaginarias con las condiciones de existencia. 

Más bien en Žižek se aprecia que lo ideológico resulta de una operación en la cual un campo móvil de significaciones detiene su movimiento, clausura su sentido, cristaliza una determinada serie de encadenamientos, para colocarse en el lugar de lo que efectivamente es.  Es en tanto lo que de sí mismo muestra.  Pero esta operación, como operación propia de lo ideológico, no podría entenderse si previamente no entendemos la manera en la que el plano del significante y el plano del significado están separados, escindidos por la barra del algoritmo; y el plano del significado más bien podemos imaginarlo como una suerte de masa semántica, cuya forma precisa advendrá por la manera en que se combinan entre sí, en circunstancias específicas, los significantes en el otro plano. El análisis de lo ideológico pasa, en buena medida, por detectar cuál es el designante rígido que organiza una serie de otras cadenas de significantes y en qué sentido y de qué manera produce esa significación, que por cierto no es ni última, ni definitiva, varía, se desplaza con el propio proceso histórico social.  Pero, al mismo tiempo, en una determinada etapa de ese proceso aparece estabilizado de un cierto modo, y que esa estabilización de las significaciones que durante un trecho nos convence que las cosas son así y nos organiza en nuestra relación con el mundo de un cierto modo; esa operación desde un punto de vista del análisis del discurso, están dadas por el lugar que ocupa un designante rígido para detener el que, si no, será flujo permanente, constante, indefinido por el conjunto de los significados.  Se trata de advertir de qué manera, por ejemplo, hace nada más que cinco años “riesgo país” quería decir un montón de cosas que hoy no quieren decir nada.  Estos son desplazamientos.  No está dicho que, por ejemplo, la palabra riesgo – forma sonora con su significado asociado – más el signo país fuera a dar...  No tiene nada que ver con lo que significa el riesgo país.  El riesgo país se coloca en un punto capaz de asociar cadenas sintagmáticas con otras cadenas sintagmáticas.

Para Voloshinov la lucha política es una lucha por la significación y, por lo tanto, que la significación es un campo abierto de desplazamientos posibles, donde distintos actores lucharán para que el desplazamiento sea en un sentido o en otro. 

Laclau supone que el concepto de hegemonía, retomado desde Gramsci, entraña la definición de un orden articulatorio entre una cadena de significación dada.  Por lo tanto, nos permitirá decir que la manera en la que hoy todos los políticos son corruptos, es el indicio de una hegemonía determinada y es capaz de organizar el significado en un campo considerablemente más amplio que aquel literal al que se refieren los propios términos “todos – los – políticos – son – corruptos”.  Es expresión de una hegemonía, cuya operación estaría en estabilizar una cierta lejanía de los ciudadanos respecto de las luchas políticas de no confiar en ninguno, etc.

La materia de lo ideológico son las significaciones, por lo tanto, cualquier proceso atinente al modo en el que se organizan las significaciones en la vida social, no tienen más remedio que ser del orden de lo ideológico.  La cristalización es, por excelencia, la operación donde lo ideológico alcanza su efectivo papel político cultural.  Es donde efectivamente lo ideológico se convierte en la coronación de un ejercicio de dominación.  Por ejemplo, que pensemos que efectivamente las empresas estatales son un cáncer en el presupuesto, que efectivamente la Argentina es un país Cromañon, o que efectivamente la suba de los salarios genera inflación.  Lo que sé es que tras las tres cosas, están pugnando por articular una cadena de significaciones y esto no es inocente porque, detrás, viene la prevalencia de unas prácticas, de unos sectores, etc.  Lo primero que hace la ideología es clausurar, dejarnos tranquilos.  No tener incertidumbres tiene que ver con una operación de dominación.

El añadido que sobre la base de Lacan hace Žižek es importante, en relación a cómo este designante rígido, para poder ocupar ese lugar, para poder organizar las cadenas significantes, debe necesariamente ser un significante puro, vacío, un puro significante, es decir, carente de todo significado propio.  Este carácter de significante puro, vacío de todo contenido propio, es lo que le permite colocarse en el lugar de articulador de cadenas. Žižek hace un buen análisis del antisemitismo alrededor del término judío, y dice que habría una explicación por la cual judío es el nombre que tienen los avaros, recelosos, conspirativos, etc.  Entonces, aparece como que el significante judío tiene como contenido, como su propio significado, avaricioso, más receloso, más conspirador, etc.  ¿Es eso exactamente lo que en el discurso antisemita se dice respecto del judío?  No.  Hay un punto en el que judío, además de querer justificarse a través de una serie de atributos que se le dan, supone algo más; pero algo más que es innombrable.  El soporte de la identidad es el significante, es la pura forma, la que hace de soporte de la identidad. No hay una identidad que venga definida cartesianamente por principios sustanciales que tienen su origen, etc.; sino que el soporte de la identidad es el nombre. 

Ese plus de significación del que se carga un significante de modo tal que no haya lista de características que pueda permitir su descomposición al punto tal que Žižek juega con la idea de tautología, de que no hay otra manera de referir al “referente” de ese nombre más que con ese nombre.  Eso que resulta imposible de simbolizar, es ese vacío y (emboca) con la idea del deseo y su desplazamiento permanente en el campo de la metonimia. 

Es fuerte la idea de esta noción de identidad que plantea Lacan y Žižek y que retoma, para nosotros, Laclau.  Contra toda la tradición filosófica, la identidad no se encuentra, no se define, no se sustenta en el interior, en una dimensión intrínseca, sustantiva de la cosa.   Sino que, si acaso – dice Žižek – el soporte de la identidad es el nombre y, en definitiva, lo único que define el nombre es ese propio significante y, por lo tanto, en la relación que establezco en una o en más de una determinada cadena con otros significantes, de eso hablamos cuando decimos identidad.  La mía, la de cada uno de ustedes pero, también, la de un partido político, la de una coalición de fuerzas.  En la memoria política, en la manera en la que identificamos a los personajes políticos tres años atrás y los identificamos hoy.  Lo único que permanece es el nombre.  Lo único que retiene la identidad es el nombre que, a su vez, se organiza de distinto modo en el campo de la significación.

2 comentarios:

  1. genial!! muuuy clara la explicacion de una teoria compleja, bajada a ejemplos accesibles. Gracias!!

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  2. genial!! muuuy clara la explicacion de una teoria compleja, bajada a ejemplos accesibles. Gracias!!

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