Comienza su texto citando a Zizek y su ensayo sobre
las teorías de la ideología. Él afirma que la frontera que separa a lo
ideológico de lo no ideológico se desdibuja y el concepto de ideología pierde
toda precisión analítica. Es precisamente el grado cero de lo ideológico, de su
presunta realidad extra- discursiva lo que constituye la falsedad por
excelencia de la ideología.
Laclau recupera la noción de ideología pero
sometiéndola a una profunda reformulación.
Es decir, se encuentra dispuesto a seguir utilizando la noción de
ideología pero a condición de que ese concepto sea redefinido. Por empezar, ha habido una crisis de la
noción de ideología, que tiene que ver básicamente con dos cosas: hay por un
lado una crisis de los objetivismos
en general, que ha afectado al marxismo y, por ende, a la noción de ideología
que tiene su raíz en el marxismo; y, por otro lado, porque ya no se cree que exista un metalenguaje privilegiado que sea capaz de
desenmascarar la distorsión ideológica.
Está aludiendo a la crisis de la ciencia. Sabemos que con Althusser lo que se había
convertido en lo contrario de la ideología era la ciencia, sobre todo, como la
entendía Althusser, la ciencia del materialismo histórico. Esa ciencia era capaz de desenmascarar las
operaciones ideológicas desde un lugar de privilegio. En este sentido, la ciencia aparecía como un
metalenguaje privilegiado. Esa
posibilidad ha sido puesta en entredicho.
Ya no se cree que haya ningún metalenguaje privilegiado ni ninguna
ciencia capaz de develar las operaciones ideológicas.
Por otro lado, dice Laclau, también refiriéndose a
Althusser, se distinguen niveles en toda formación social: lo económico, lo político
y lo ideológico. Pero, luego, se cayó en
la cuenta de que los mecanismos ideológicos eran esenciales para la
estructuración de los niveles económico y político, es decir, que lo ideológico
también estaba presente en esas instancias.
También era constitutivo de esas instancias. Para él, no tenemos posibilidad de escapar al
juego que la interpelación ideológica implica. La ideología sufrió un proceso de inflación: estaba en todos lados y,
entonces, perdió peso analítico y fue abandonada. O bien abandonada o
reemplazada por términos menos ligados a posturas objetivistas, como la noción
de discurso. La noción de ideología es reemplazada por la
noción de discurso, que tiene otras connotaciones.
Laclau dice que estaría dispuesto a admitir el
sostenimiento de esta categoría de lo ideológico si se piensa de otra forma: ideológico serían todos los mecanismos que
posibilitan la ilusión de un cierre de los social. Se trata de una distorsión que es
constitutiva, es decir, es inescapable. Es
una operación imposible pero al mismo tiempo necesaria. Siempre se presenta
inevitablemente esta distorsión que consiste en la ilusión de un cierre social,
una sutura de lo social. Este es el
efecto ideológico, la creencia en que hay un ordenamiento social particular que
aportará al cierre y la transparencia de la comunidad.
¿En qué consiste la
operación hegemónica? En que una de esas
demandas se convierte en representativa de todo el conjunto. En eso
consiste lo que Laclau ha venido explicando a lo largo de la teoría de la
hegemonía: una demanda que es particular se convierte en un significante que es
tendencialmente vacío y representa al conjunto de las demandas. Esto se puede hacer de muchas maneras: puede
ser una figura política la que se convierta en significante vacío y se
convierta en un representante del conjunto de las demandas (Ej. Perón). Una demanda particular representa al conjunto
y esa es la articulación que lleva adelante una operación hegemónica.
Esta es una situación ideal, porque lo que generalmente
ocurre en los procesos políticos es que hay operaciones hegemónicas que
rivalizan entre sí y que trazan distintas fronteras: no hay simplemente una
división dicotómica del campo político en dos grandes bandos (jacobina). Normalmente, hay otras fuerzas políticas y
sociales operando que llevan adelante operaciones hegemónicas contrapuestas y
trazan otras fronteras, hacen otro corte.
Y ahí aparece la posibilidad de que una demanda esté articulada a
distintas cadenas equivalenciales: unas articulan de una forma y otras de una
manera distinta.
Ahora, en esta operación de que algo singular representa a algo universal, ahí
estaría la ilusión ideológica para Laclau.
Los mecanismos ideológicos son
aquellos que permiten la ilusión del cierre de lo social, que permiten
representar una plenitud imposible, ausente de la comunidad. Es este mecanismo. Para que esta demanda logre representar toda
una cadena de equivalencias, ha operado la ilusión ideológica. La ideología
suponía un punto extra – ideológico. Pero lo extra-ideológico no existe.
Frente al régimen zarista, por ejemplo, la respuesta
es revolución, y la revolución como significante vacío representa la plenitud
de la comunidad. Esa ilusión de alcanzar
el cierre, la sutura de lo social es constitutiva, o sea, es inescapable, va a
ocurrir siempre; por eso, no hay ninguna posibilidad del fin de las ideologías.
La ideología así entendida, para Laclau,
existirá, siempre. Que la ideología
desaparezca es algo imposible, es algo que no se puede dar. Siempre habrá un juego combinado de las
lógicas de la equivalencia y la diferencia y siempre habrá la ilusión de que
una particularidad puede representar a una universalidad que, en realidad, es
inconmensurable con ella.
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