jueves, 2 de febrero de 2012

Voloshinov - El signo ideológico y la filosofía del lenguaje

Voloshinov

El marxismo y la filosofía del lenguaje

Voloshinov establece que todo producto ideológico posee una significación, por lo tanto refleja y refracta otra realidad, la que está más allá de su materialidad. Sustituye algo que se encuentra fuera de él, aparece como signo. Donde hay signo hay significación y por lo tanto ideología. A todo signo pueden aplicársele criterios de una valoración ideológica (mentira, verdad, correcto, incorrecto). Cualquier objeto de la naturaleza, de la técnica, del consumo, puede convertirse en signo. El signo es un fenómeno del mundo exterior.

La filosofía idealista y psicologista, afirman que la ideología es un hecho de la conciencia. No tienen en cuenta que la propia conciencia sólo puede realizarse y convertirse en un hecho real después de plasmarse en algún material sígnico. La conciencia surge en el intercambio social, se llena de los signos que existen con anterioridad. El intercambio comunicativo nos antecede. El signo sólo puede surgir en un territorio interindividual (como opuesto a natural), el signo no puede surgir entre dos personas, es necesario que los individuos estén socialmente organizados. La conciencia individual necesita ser explicada a partir del medio ideológico social. Por esto es que las leyes de intercambio tienen un fundamento social. Son leyes de la comunicación semiótica determinadas por el conjunto de leyes económicas y sociales. La realidad ideológica es una superestructura inmediata que surge sobre la base económica.

El signo por excelencia es la palabra. No sólo representa un signo puro y ejemplar, sino que aparece además como neutral. El material sígnico se especializa de acuerdo a ciertas áreas de creación ideológica, cada una de ellas posee su propio material ideológico, forma sus signos y símbolos específicos, que resultan inaplicables en otras áreas. La palabra las transita a todas las áreas. Además puede convertirse en discurso interno y acompaña a todo acto de la vida consciente. Todas estas propiedades de la palabra (pureza sígnica, neutralidad ideológica, capacidad de convertirse en discurso interno) la convierten en el objetivo básico del estudio de las ideologías.

Problema de la relación entre las bases y las superestructuras

Uno de los principales problemas del marxismo, el de la relación entre las bases y superestructuras, está estrechamente relacionado con las cuestiones de la filosofía del lenguaje. Esta determinación causal que se plantea como respuesta a la problemática es correcta pero demasiado general, no debe ser entendida como algo mecánico. Debe ser considerado un problema complejo pensado a través del lenguaje. Entonces se pregunta cómo la base (la existencia real) determina al signo y cómo éste refleja y refracta la existencia en su proceso generativo. La palabra es el indicador más sensible de las transformaciones sociales. La ideología social se manifiesta en el exterior, en la palabra, en la acción.

Cada época y cada grupo social tiene su repertorio de las formas discursivas de la comunicación ideológica real. A cada género discursivo concreto le corresponde su conjunto de temas. La clasificación de las formas del enunciado debe fundarse en una clasificación de las formas de comunicación discursiva. Estas últimas están plenamente determinadas por las relaciones de producción y por la formación político-social. Por lo tanto, las formas del signo están determinadas tanto por la organización social de los hombres como por las condiciones más inmediatas de su interacción. En cuanto cambian las formas cambia el signo. No se debe disociar la ideología de la realidad material del signo. No se puede separar el signo de las formas concretas de comunicación social y no se puede separar las formas de comunicación de sus bases materiales.

En cada etapa evolutiva de la sociedad existe un círculo de temas expuestos a la atención de la sociedad, sobre ellos se deposita un acento valorativo. El signo se crea entre individuos en un medio social. Por eso todos los acentos ideológicos, aun cuando los produzca una voz individual aparecen como acentos sociales que pretenden lograr un reconocimiento social y que se imprimen en el exterior, sobre el material ideológico. El acento es interindividual.

Las distintas clases sociales usan la misma lengua. Como consecuencia, en cada signo ideológico se cruzan los acentos de orientaciones diversas. La palabra es el indicador más sensible de las transformaciones sociales. La lucha de clases se desenvuelve en el territorio del signo, cada clase lo acentúa de manera diferente, es decir, lo imprime de manera valorativa. Esto es la multiacentualidad del signo ideológico. Es así que el signo permanece vivo y capaz de evolucionar. Al mismo tiempo, el signo es un medio refractante y distorsionador de la existencia. Este carácter internamente dialéctico se manifiesta en épocas de procesos revolucionarios y crisis sociales. En condiciones normales esta contradicción implícita no puede manifestarse plenamente, ya que la ideología dominante intenta estabilizar un sentido determinado, fijando el momento anterior en la dialéctica del proceso generativo social, es decir, trata de convertirlo en signo monoacentual.

Hacia una filosofía marxista del lenguaje

Por último se dedican a conceptualizar al LENGUAJE. Hace referencia a dos corrientes que definen dos modos de pensarlo. El objetivismo abstracto (teniendo como referente a Saussure) plantea que la esencia del lenguaje son sus normas y el concepto de sistema. Por otro lado el subjetivismo individualista lo explica por el acto individual del habla.

Propone entonces una filosofía marxista del lenguaje. Considerado principalmente como una actividad social, su esencia sería la interacción discursiva. Sus leyes son semióticas, sociológicas. El lenguaje está impregnado de una carga valorativa que es producto de la lucha ideológica.

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