sábado, 11 de febrero de 2012

Seminario 3 - Lacan

El significante en cuanto tal no significa nada

Todo verdadero significante es en tanto un significante que no significa nada, mientras más no signifique algo más indestructible es.

Cuando se habla de lo subjetivo, e incluso cuando aquí lo cuestionamos, siempre permanece en la mente el espejismo de que lo subjetivo se opone a lo objetivo, que está del lado del que habla, y que por lo mismo está del lado de las ilusiones: o porque deforma o porque contiene a lo objetivo. La dimensión hasta ahora eludida de la comprensión del freudismo, es que lo subjetivo no está del lado del que habla. Lo subjetivo es algo que encontramos en lo real.  Lo subjetivo aparece en lo real en tanto supone que tenemos un sujeto capaz de valerse del significante y es capaz de usarlo para engañar acerca de lo que ha de ser significado. Lo subjetivo es para nosotros lo que distingue el campo de la ciencia en que se basa el psicoanálisis, del conjunto del campo de la física. La instancia de la subjetividad en tanto que presente en lo real, es el recurso esencial que hace que digamos algo nuevo cuando distinguimos esa serie de fenómenos, de apariencia natural, que llamamos neurosis o psicosis. Llamo natural al campo de la ciencia en el que no hay nadie que se sirva del significante para significar.

¿Cuándo se puede hablar verdaderamente de comunicación? Me dirán que es evidente: se necesita una respuesta. Pero, ¿qué es una respuesta? Hay una sola manera de definirla, decir que algo vuelve al punto de partida. Es el esquema de la retroalimentación. Todo retorno de algo que, registrado en algún lado, desencadena por ese hecho una operación de regulación, constituye una respuesta. La comunicación comienza ahí, con la auto-regulación.

¿Pero estamos ya acaso a nivel de la función del significante? Yo digo que no. En una máquina termodinámica sustentada en una retroalimentación, no hay uso del significante. Hay uso estricto del significante a partir del momento en que, a nivel del receptor, lo que importa no es el efecto del contenido del mensaje, no es el desencadenamiento en el órgano de determinada reacción debida a la llegada de la hormona, sino lo siguiente: que en el punto de llegada del mensaje, se toma constancia del mensaje. El acuse de recibo es lo esencial de la comunicación en tanto ella es, no significativa, sino significante. Algo es significante no en tanto que todo o nada, sino en la medida en que algo que constituye un todo, el signo, está ahí Justamente para no significar nada. Ahí comienza el orden del significante, en tanto que se distingue del orden de la significación.

Si el psicoanálisis constituye una novedad, es precisamente que el desarrollo del ser humano no puede en modo alguno ser directamente deducible de la construcción,  de los instintos. El mundo humano no implica solamente la existencia de las significaciónes, sino el orden del significante.

No hay definición científica de la subjetividad, sino a partir de la posibilidad de manejar el significante con fines puramente significantes y no significativos.

Metáfora y Metonimia

¿Qué es una metáfora? La metáfora no es una cosa sobre la cual hablar sea lo más fácil del mundo.  Bossuet dice que es una comparación abreviada. Todos saben que esto no es enteramente satisfactorio. Su gavilla no era avara ni odiosa—Víctor Hugo. Esta es una metáfora. No es, indudablemente,  una comparación latente, tampoco es: así como la gavilla se esparcía gustosamente entre los necesitados, así también nuestro personaje no era ni avaro ni odioso. No hay comparación sino identificación. Cuando se habla de simbolismo se descuida la dimensión vinculada a la existencia del significante, a la organización del significante.

En la afasia el sujeto muestra un completo dominio de todo lo que es articulación y estructuración de la frase, pero no alcanza a dar una encarnación verbal  de aquello hacia lo que la frase apunta. Si le piden una definición, o lo enfrentan al metalenguaje, está perdido. Las relaciones de contigüidad dominan, como consecuencia de la ausencia o de una deficiencia de la función de equivalencia significativa mediante la similitud. No podría ponerse mejor en evidencia la dominancia de la contigüidad en el fenómeno alucinatorio que señalando el efecto de palabra interrumpida, y de palabra interrumpida tal como precisamente es dada, es decir, como investida y, digamos, libidinalizada. Al sujeto se le impone la parte gramatical de la frase, la que sólo existe por su carácter significante y por su articulación. Esta se transforma en un fenómeno impuesto en el mundo exterior.

Habitualmente, siempre colocamos el significado en un primer plano de nuestro análisis, porque es, ciertamente, lo más seductor, Pero, desconociendo el papel mediador primordial del significante, desconociendo que el elemento guía es en realidad el significante, no sólo desequilibramos la comprensión original de los fenómenos neuróticos, la interpretación misma de los sueños, sino que nos volvemos absolutamente incapaces de comprender qué sucede en las psicosis.

La forma retórica que se opone a la metáfora tiene un nombre: se llama metonimia. Designa la sustitución de algo que se trata de nombrar: estamos en efecto a nivel del nombre. Se nombra una cosa mediante otra que es su continente, o una parte de ella, o que está en conexión con ella.

La oposición de la metáfora y la metonimia es fundamental, ya que lo que Freud originalmente colocó en un primer plano en los mecanismos de la neurosis, al igual que en los fenómenos marginales de la vida normal o el sueño, no es ni la identificación ni la dimensión metafórica. Lo que Freud llama condensación en retórica se llama metáfora; lo que llama desplazamiento, es la metonimia. La estructuración, la existencia lexical del conjunto del aparato significante son determinantes para los fenómenos presentes en la neurosis, pues el significante es el instrumento con el que se expresa el significado desaparecido. Por esta razón, al atraer la atención sobre el significante, no hacemos más que volver al punto de partida del descubrimiento freudiano.


Metáfora y Metonimia, articulación significante y transferencia de significado

Lo que me interesa en los dos órdenes de trastornos que han sido distinguidos en la afasia, es que hay entre ellos la misma oposición que la que se manifiesta, ya no de modo negativo, sino positivo, entre la metáfora y la metonimia.

La oposición del significante y el significado no es un mero sustituto de la famosa y no menos inextricable oposición entre la idea, o el pensamiento, y la palabra. No se trata de un nuevo refrito de la relación en que se apoya la noción de expresión, donde la cosa, aquello a lo que uno se refiere, es expresado por la palabra, considerada como una etiqueta. Mi discurso está hecho precisamente para esfumar esa idea. La transferencia de significado, tan esencial en la vida humana, sólo es posible debido a la estructura del significante.

Cuando leemos a los retóricos, nos percatamos de que jamás llegan a una definición completamente satisfactoria de la metáfora y de la metonimia.

Surge así, por ejemplo, esta fórmula: la metonimia es una metáfora pobre. Cabe decir que la cosa debe tomarse exactamente en sentido contrario: la metonimia es inicial y hace posible la metáfora. Pero la metáfora es de grado distinto a la metonimia.

El punto de almohadillado

El significante no sólo da la envoltura, el recipiente de la significación, la polariza, la estructura, la instala en la existencia. Sin un conocimiento exacto del orden propio del significante y de sus propiedades, es imposible comprender cualquier cosa, no digo de la psicología —en cierta manera basta limitarla— sino ciertamente de la experiencia psicoanalítica.

Saben que la oposición del significante y el significado está en la base de la teoría lingüística de Saussure. Fue expresada en el famoso esquema de las dos curvas.  

En el nivel superior, Saussure sitúa la sucesión de lo que llama pensamientos —sin la menor convicción, ya que su teoría consiste precisamente en reducir este término para llevarlo al de significado, en tanto que éste se diferencia del significante y de la cosa— e insiste sobre todo en su aspecto de masa amorfa. Por nuestra parte, lo llamaremos provisoriamente la masa sentimental de la corriente del discurso, masa confusa donde aparecen unidades, islotes, una imagen, un objeto, un sentimiento, un grito, un llamado. Es un continuo, mientras que por debajo, el significante está ahí como la pura cadena del discurso, sucesión de palabras, donde nada es aislable.  La relación del significante y del significado siempre parece fluida, siempre lista a deshacerse. Hay una continuidad del significante. Una unidad significante que supone cierto lazo enlazado que sitúa en ella los diferentes elementos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario