lunes, 20 de febrero de 2012

Laclau - Posmarxismo sin pedido de disculpas


El hecho de que cualquier reformulación del socialismo deba hoy partir de un horizonte de experiencias más diversificado, complejo y contradictorio que el de hace cincuenta años —ni que hablar del de 1914, 1871 o 1848— es un desafío a la imaginación y a la creatividad política.

El texto responde también a las críticas realizadas por Geras. Aclara que el término discurso, lo usa para subrayar el hecho de que toda configuración social es una configuración significativa. Si pateo un objeto esférico en la calle o si pateo una pelota en un partido de fútbol, el hecho físico es el mismo, pero su significado es diferente. El objeto es una pelota de fútbol sólo en la medida en que él establece un sistema de relaciones con otros objetos, y estas relaciones no están dadas por la mera referencia material de los objetos sino que son, por el contrario, socialmente construidas. Esta totalidad que incluye dentro de sí a lo lingüístico y a lo extra- lingüístico, es lo que llamamos discurso. Por discurso no entendemos una combinación de habla y de escritura, sino que, por el contrario, el habla y la escritura son tan sólo componentes internos de las totalidades discursivas. Este conjunto sistemático de relaciones es lo que llamamos discurso. El carácter discursivo de un objeto no implica en absoluto poner su existencia en cuestión. El hecho de que una pelota de fútbol sólo es tal en la medida en que está integrada a un sistema de reglas socialmente construidas no significa que ella deja de existir como objeto físico.

Los hechos naturales son también hechos discursivos. Y lo son por la simple razón de que la idea de naturaleza no es algo que esté allí simplemente dado, para ser leído en la superficie de las cosas, sino que es ella misma el resultado de un lenta y compleja construcción histórica y social. Denominar a algo como objeto natural es una forma de concebirlo que depende de un sistema clasificatorio. Una vez más, esto no pone en cuestión el hecho de que esta entidad que llamamos “piedra” exista, en el sentido de que esté presente aquí y ahora, independientemente de mi voluntad; no obstante, el hecho de que sea una “piedra” depende de un modo de clasificar los objetos que es histórico y contingente.

Geras escribe que todo objeto es constituido como objeto de discurso significa que todos los objetos reciben su ser, o son lo que son, gracias al discurso; lo que equivale a decir que no hay objetividad o realidad prediscursiva, que los objetos acerca de los cuales no se habla, escribe o piensa no existen. Es decir, que Geras está incurriendo en una confusión elemental entre el ser de un objeto, que es histórica y cambiante, y la entidad de tal objeto, que no lo es. En nuestro intercambio con el mundo los objetos nunca nos son dados como entidades meramente existenciales, ellos se nos dan siempre dentro de articulaciones discursivas. como miembro de una cierta comunidad, nunca me encontraré con el objeto en su nuda existencia —tal noción es una mera abstracción; esa existencia se dará siempre, por el contrario, articulada dentro de totalidades discursivas. El segundo error en el que Geras incurre es el de reducir lo discursivo a una cuestión de habla, escritura o pensamiento, mientras que nuestro texto afirma explícitamente que, en la medida en que toda acción extralingüística es significativa, ella es también discursiva.

Otra de las críticas es que negar la existencia de puntos de referencia extradiscursivos es caer en el abismo sin fondo del relativismo. El relativismo es, en los hechos, un falso problema. Sería relativista una posición que afirmara que es lo mismo pensar que “A es B” o que “A no es B”; es decir, que se trata de una discusión relativa al ser de los objetos. Sin embargo, como hemos visto, fuera de todo contexto discursivo los objetos no tienen ser; tienen sólo existencia. En consecuencia, la acusación del anti-relativista carece de sentido, ya que ella presupone que hay un ser de las cosas como tales respecto del cual el relativista proclama o bien su indiferencia o bien su inaccesibilidad.  Concluyamos este punto identificando el estatus del concepto de discurso. Si el ser —a diferencia de la existencia— de todo objeto se constituye en el interior de un discurso, no es posible diferenciar en términos de ser lo discursivo de ninguna otra área de la realidad. 

La cuarta crítica de Ceras se refiere al problema del idealismo. La oposición idealismo/materialismo es diferente de la oposición idealismo/realismo. (2) Idealismo y materialismo clásicos son variantes de un esencialismo fundado en la reducción de lo real a forma. Por consiguiente, Hegel está perfectamente justificado al ver en el materialismo una forma cruda e imperfecta de idealismo. (3) Un abandono del idealismo no puede fundarse en la existencia del objeto, porque nada se sigue de esta existencia. (4) Tal abandono debe, por el contrario, fundarse en un sistemático debilitamiento de la forma, que consiste en mostrar el carácter histórico, contingente y construido del ser de los objetos y en mostrar que esto depende de la reinserción de ese ser en el conjunto de las condiciones relacionales que constituyen la vida de la sociedad como un todo. (5) En este proceso, Marx constituye un momento de transición: por un lado él mostró que el sentido de toda realidad humana se deriva de un mundo de relaciones sociales mucho más vasto que lo que anteriormente se había percibido: pero, por otro lado, concibió a esta lógica relacional que liga a las varias esferas en términos claramente esencialistas o idealistas.

Así se aclara un primer sentido de nuestro posmarxismo. El consiste en profundizar ese momento relacional que Marx, pensando desde una matriz hegeliana y, en todo caso, propia del siglo XIX, no podía desarrollar más allá de un cierto punto. En una era en que el psicoanálisis ha mostrado que la acción del inconsciente hace ambigua a toda significación, en que el desarrollo de la lingüística estructural nos ha permitido entender mejor el funcionamiento de identidades puramente relacionales, en que la transformación del pensamiento —de Nietzsche a Heidegger, del pragmatismo a Wittgenstein— ha socavado decisivamente al esencialismo filosófico, podemos reformular el programa materialista de un modo mucho más radical de lo que era posible para Marx.

Por último reafirma el carácter relacional y precario de la identidad, no hay nada que determine la identidad de un sujeto o un objeto.

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